La empatía, como otros de los conceptos que ya hemos tratado en este
blog (asertividad, respeto y coherencia), es el
término que define una habilidad muy valorada en la vida y en la empresa actual.
“La empatía es la capacidad de conocer, comprender y compartir los
sentimientos de los demás sin necesidad de que éstos los verbalicen”
Gracias a esta habilidad
emocional se pueden manejar y tratar de modo adecuado las emociones y
sentimientos de la gente con la que nos relacionamos en el mundo laboral. Ser empático consiste en
darse cuenta de lo que sienten los demás sin necesidad de que nos lo digan.
Esta disposición facilita el ponernos en el punto de vista de los compañeros y
adivinar lo que les pasa, lo que necesitan, con lo que nos colocamos en
condiciones idóneas para comprenderles y saber por qué actúan de una manera
determinada.
La
empatía no debe confundirse con la identificación ni, con la imitación.
El empático no pierde su personalidad, ni siquiera adopta
temporalmente la del otro, simplemente lo entiende y valora el porqué de sus
reacciones para poder contestarlas adecuadamente.
La
empatía: Consejos para potenciarla
El ser humano en general tiene, genéticamente, una
predisposición especial para experimentar la emoción de la empatía. Casi
podríamos aventurarnos a decir que posee un gen de empatía. Si bien esa
tendencia a reaccionar ante las manifestaciones emocionales de otra
persona es innata, numerosas investigaciones han puesto de manifiesto que
esta capacidad va desarrollándose de forma gradual y paulatina en cada
individuo desde su nacimiento hasta alcanzar la edad adulta. Pero no basta con
sentir los mismos sentimientos que el otro, es decir, ser empático a nivel
afectivo. La empatía es una capacidad que se adquiere, en mayor o menor medida,
a lo largo de toda la vida, a través de la relación con las demás personas (por
imitación) y a través de la educación.
La habilidad para ser empático forma parte de la propia
personalidad, pero como todas la habilidades, también puede y debe
adquirirse y perfeccionarse.
Para perfeccionar nuestra capacidad de empatía, sea esta mucha o
poca, es aconsejable que nos interesemos por la persona o personas que tenemos
enfrente: conocer su cultura, sus aficiones, su circunstancia vital, entender
sus necesidades y objetivos. Solo así podremos ponernos en su lugar.
Además, Según la Dra.Jenny Moix, profesora
titular de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona,
uno de los puntos esenciales para desarrollar la empatía consiste en aprender a
escuchar. Ella describe cuatro aspectos a tener en cuenta:
1. Cuidado
con los consejos
Al tratar con alguien a quien
queremos ayudar a resolver su problema, no olvidemos que habrá pensado mucho
sobre cómo solucionarlo y que probablemente habrá emprendido varios caminos
para lograrlo. Antes de sugerir soluciones, debemos preguntar las posibilidades
que se han barajado y los intentos de reparación emprendidos.
Nadie puede aportar una buena
solución a un problema que no ha entendido. Por ello, primero deberíamos
entender y luego procurar que el otro se sienta comprendido. Si no es así,
nuestro consejo caerá en saco roto. Nunca se sigue un consejo de alguien que no
parece haber entendido la situación. Así que no nos precipitemos en aconsejar:
mejor escuchar y preguntar mucho antes de hacerlo.
Nuestro interlocutor quizá sólo
quiere ser escuchado y comprendido.
2. Evitemos
juzgar
Juzgar es un acto casi automático. Si
alguien nos cuenta el trance que está sufriendo, nuestro cerebro extrae
conclusiones rápidas que suelen ser dicotómicas, con pocos matices, del tipo:
“ha actuado mal” o “ha actuado bien”. Por suerte, con más tiempo solemos
matizar, pero nuestra mente tiene estos arranques.
Cuando alguien nos describa alguna
situación dura por la que está atravesando, agradecerá que nos pongamos en su
nivel y que no juzguemos. Algunas veces podemos pensar: “Yo no hubiera cometido
estos errores”. Frenar nuestros impulsos de juzgar, y ser humildes ayudará a
que los demás se sientan más cómodos y entendidos.
3. No
relativicemos el problema del otro
Ante un compañero que no cuenta sus
tristezas, podemos caer en la trampa de intentar que relativice diciéndole
cosas del tipo: “Hay gente que está peor que tú”. Probablemente ya lo sabe,
pero eso no le consuela. Incluso puede sentirse culpable por sentirse mal
sabiendo que existen seres humanos que se encuentran muchísimo peor. Mejor será
que permitamos que la persona que se queje y explote. A veces intentar
relativizar es contraproducente.
4. Simplemente,
debemos comprender
La comprensión es un bálsamo muy
potente. Las personas con las que más a gusto nos encontramos son las que nos
comprenden. Si queremos que los demás se sientan cómodos y comprendidos por
nosotros, simplemente escuchemos sin juzgar; no aconsejemos con tanta
facilidad; permitamos cualquier emoción sin intentar relativizarla; y pongámonos
no sólo en su piel, sino sobre todo en su corazón. Preguntémonos: en estos
momentos, ¿quién necesita nuestra comprensión?
Además, para mejorar nuestro nivel de
empatía conviene tener en cuenta los siguientes puntos:
- Confiar en los propios sentimientos. Es el
punto de partida para poder intuir los sentimientos de los demás.
- Desarrollar la asertividad (la capacidad para
defender nuestros derechos sin menoscabar los derechos de otros).
- Comprometerse con la sinceridad. No ocultar
las emociones ni sentimientos, dejar que se manifiesten, pero con
asertividad.
- Pensar verdaderamente en la otra persona, para
tratar de averiguar como se siente.
- No provocar interrupciones bruscas en las
conversaciones.
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